martes, marzo 10, 2009

Aqui estoy


Recuerdo que cuando estuve cumpleaños en cuarto medio mi mamá me regalo un cubrecama para que usara mientras estuviera estudiando, eso significó que ya tenía algo con que abrigarme al año siguiente cuando estuviera en La Serena. Aún lo tengo, pero ya es una frazada para el invierno, o sea, se cambio por el de pluma.

Me fui de acá. Y empecé a vivir otra vida en una ciudad muy distinta a esta. Nunca había vivido un invierno tan oscuro como ese, si el sol no tiene que haber salido como en una semana. Y siempre, pero siempre estaba húmedo. Más encima en el campus que se hacían las clases mi carrera, decían que parecía un bosque valdiviano por lo mojado que está todo el día, especialmente a la entrada de clases en la mañana y a la salida de las siete y media.

Y allá estuve por 6 años, pensé que no iba a aguantar tanto, pero el clima me ayudó a determinar ciertas cosas de mi personalidad que hoy las encuentro súper necesarias. Ah! Y por supuesto a adorar los días de descanso con pijama todo el día.

Pero al final volví al desierto, ese que tiene sol como 350 días al año y el resto de los 15 es para tomar chocolate caliente, estar acostado todo el día y ver como con la lluvia el cielo, al otro día, es más azul que nunca.

2 comentarios:

markín dijo...

De todo se aprende, dicen...

Se vive, para contar.

Juan Manuel Cáceres dijo...

Es que siempre después de una lluvia el cielo es más azul que nunca, siempre después de todo viene algo mas. No se ve y aveces no se siente, pero sabemos que está cerca y nos espera.
Que gusto leerte